La presente publicación forma parte de un trabajo universitario elaborado para el curso de Lógica II que será publicado en cuatro partes.
- Introducción
Desde los orígenes de la humanidad hubo un elemento de vital importancia que permitió el desarrollo de la civilización, la religiosidad y la cultura en la antigua Grecia, este elemento fue el lenguaje, que en sus inicios se caracterizaba por la oralidad y que estaba relacionado con la religiosidad y la organización social de la época hasta la aparición de la escritura, cambio que estuvo acompañado de una modificación en dicha organización social y el desarrollo de la cultura. Es así que el desarrollo del lenguaje y la curiosidad propia del ser humano lo han llevado a buscar explicaciones sobre la naturaleza y sobre las cuestiones humanas, y con el tiempo éste desarrollo una herramienta que le permitiría elaborar razonamientos válidos que emplearía para dar cuenta de la realidad sin caer en algún error. Esta herramienta creada por los antiguos griegos y sistematizada por Aristóteles perdura hasta nuestros días y se ha ido desarrollando hasta ser parte vital en nuestros días, encontrando su aplicación en la informática y la matemática, incluso en la elaboración de argumentos y el análisis de los mismos identificando falacias o errores de argumentación, esta valiosa herramienta es la lógica.
- La lógica y sus principios
La lógica es denominada por algunos como la ciencia del razonamiento, debido que ésta se encarga de estudiar cierto tipo específico de razonamientos denominados “esquemas de argumento” con la finalidad de determinar su validez. Por otra parte, Bunge (1959) señala que la lógica es una ciencia de tipo formal[1] que se caracteriza por ser racional, sistémica y verificable pero carente de objetividad, debido que no proporciona información alguna referente a la realidad pese a que muchas veces los entes ideales con los que trabaja los obtiene por abstracción de objetos reales. Por esta razón la lógica no puede pronunciarse sobre la verdad de las premisas y las conclusiones sino, únicamente, sobre la validez de su estructura.
Ahora bien, la lógica formal puede dividirse a su vez en lógica clásica y lógica no clásica, caracterizándose la primera por circunscribirse dentro de cuatro principios: identidad, no contradicción, tercio excluido y razón suficiente. Cabe señalar que Pfander hace una distinción entre tres concepciones: ontológica, psicológica y lógica; a partir de las cuales explicará que el origen de los principios de identidad, no contradicción y razón suficiente se encuentra a nivel ontológico, toda vez que hacen referencia a objetos en general, y no a un objeto lógico, entendiendo por ello a los conceptos, razonamientos y juicios. Precisamente, el principio de tercio excluido hace referencia a los juicios, que son objetos lógicos y por tanto sería el único principio de origen propiamente lógico.
Sin embargo, dado que los principios lógicos de identidad, contradicción y razón suficiente se derivan de principios ontológicos pertenecientes al campo de la teoría general de los objetos o de la ontología formal, se subyace una relación gnoseológica entre sujeto y objeto, siendo este último una realidad externa al sujeto. En efecto, Hessen, señala que el fenómeno del conocimiento se encuentra conformado por tres elementos a saber: el sujeto, la imagen y el objeto, a los que le corresponden una esfera psicológica, lógica y ontológica, respectivamente. Cabe señalar que dichos campos coinciden con las tres concepciones señaladas por Pfander.
A partir de esta relación gnoseológica, podemos hablar de una relación entre realidad, pensamiento y lenguaje donde el pensamiento sería el resultado de la abstracción efectuada de lo observado en la realidad, en otras palabras el conocimiento. Además, podemos establecer relaciones entre pares, de las cuales una sería la relación entre el pensamiento y la realidad, que es objeto de estudio de la gnoseología. Por otro lado, la relación entre el pensamiento y el lenguaje donde el sujeto no se encuentra en la interrelación con la realidad, sino que toma los símbolos o representaciones mentales de la realidad (imágenes, palabras o conceptos) para construir un esquema conceptual, y finalmente, la relación entre el lenguaje y la realidad, que es estudiada por la filosofía del lenguaje.
Ahora bien, la gnoseología nos plantea el problema de la esencia del conocimiento, es decir, la relación entre el sujeto y el objeto, que Hessen clasifica en respuestas pre-metafísicas, metafísicas y religiosas[2]. De estas tres tomaremos la segunda que al considerar el carácter ontológico del objeto establece tres posiciones epistemológicas: el idealismo, el fenomenalismo y el realismo. La primera de estas, parte del supuesto que no hay existencia externa independiente de la conciencia, por lo que postula que “ser es ser percibido”, es decir, que las cosas existen en la medida que sean percibidas por la conciencia, llegando a afirmar que si las cosas permanecen cuando las dejamos de percibir es porque existe una conciencia superior que las está percibiendo, esta posición se le conoce como idealismo epistemológico y es defendido por George Berkeley. Respecto al fenomenalismo, podemos señalar que es una posición intermedia entre el realismo y el idealismo, la cual no desconoce la existencia independiente de algo externo al sujeto, sino que señala que esta realidad externa es un noumeno o la cosa en sí, la cual no podemos llegar a conocer puesto que solo conocemos el fenómeno que está conformado por nuestras sensaciones y las formas puras de la intuición empírica: el espacio y el tiempo, que se encuentran en el interior del sujeto. Finalmente, la posición epistemológica del realismo parte del supuesto que existe una realidad independiente de la conciencia, por lo que no condiciona su existencia a la percepción del sujeto. Cabe señalar que el realismo tuvo diferentes etapas y que en cada una de ellas presentó algún tipo de variación pero en esencia mantuvo el mismo supuesto respecto a la existencia de la realidad. Sin embargo, podemos distinguir entre un realismo ontológico que afirma “que el mundo existe por sí mismo, con independencia del conocimiento o la conciencia que se tenga de él” (Cassini, 1992, p.4) mientras que el realismo epistemológico sostiene que “es posible conocer el mundo tal como éste es en sí mismo” (Cassini, 1992, p.6), por lo que las teorías pueden ser susceptibles de ser verdaderas o falsas, toda vez que consideran la concepción correspondentista de la verdad.
De este modo, podemos ver que la posición del idealismo nos llevaría a desconocer la existencia de objetos independientes del sujeto y reducirlos a ideas dentro de nuestra conciencia, por lo que no podríamos hablar de principios ontológicos, sino que todo lo reduciríamos a operaciones de nuestra mente , es decir que tendríamos que hablar de principios psicológicos como la base de los principios lógicos y aceptar que el fundamento de la existencia de la realidad, en este caso de la permanencia de los objetos externos fuera de nuestra percepción sería asumir que hay una conciencia superior o dios, pero esto estaría contraviniendo lo sostenido por Pfander y nos llevaría a un problema adicional, el de la existencia de dios.
De otro lado, el fenomenalismo nos plantea un inconveniente pues la realidad propiamente dicha sería incognoscible, lo único que podríamos conocer es el fenómeno, es decir, una representación de la realidad. Esto nos lleva a pensar que los principios ontológicos se derivan del fenómeno, un constructo que se encuentra en la mente del sujeto, una aproximación a la realidad que se encuentra conformada por la objetividad de los datos sensibles y la subjetividad del sujeto cognoscente. Asociando esto al fenómeno del conocimiento descrito por Hessen, los principios ontológicos en que se sustentan los principios lógicos de identidad, no contradicción y razón suficiente se derivarían no del objeto externo al sujeto sino de la imagen que tiene el sujeto del objeto.
Finalmente, el realismo al asumir la existencia de una realidad externa independiente del sujeto, permite que los principios ontológicos se deriven de la observación de objetos externos, desligándolos por completo del pensamiento del sujeto. Considerando que los primeros en desarrollar la lógica fueron los griegos y que estos se encontraban dentro de un realismo ingenuo podemos afirmar que este es el sentido original de los principios ontológicos que originan los principios lógicos. Sin embargo, esta respuesta gnoseológica contiene un inconveniente que consiste en fundamentar la existencia de la realidad, problema que es estudiado por la metafísica, y en particular por la ontología.
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[1] Mario Bunge clasifica las ciencias en formales y fácticas, dicha clasificación está vinculado al objeto de estudio de estas, de tal manera que las formales no tienen un objeto de estudio porque analizan entes ideales y por esa misma razón no son objetivos.
[2] Hessen establece que las respuestas pre-metafísicas no abordan la cuestión del carácter ontológico del sujeto o del objeto distinguiendo dos posiciones: objetivismo y subjetivismo. En cuanto a las respuestas teológicas, estas abordan el problema de la relación entre sujeto y objeto considerando un principio último de las cosas: lo absoluto, distinguiendo dos posiciones: monismo y dualismo.

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