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La definición de la Filosofía según Rom Harré

Rom Harré, filósofo neozelandés nacido en el año 1927 y egresado de la Universidad de Auckland, publicó en el año 2000 un libro titulado “Mil años de filosofía. De Ramanuja a Wittgentein” donde el autor nos da su versión personal de la historia de la filosofía, incluyendo a  la filosofía de la India, China, del Islam y de Europa, en un esfuerzo por plantear una versión más amplia de la historia de la filosofía y no restringirse a un lugar común como resulta ser la filosofía europea.

Como todo libro de introducción a la filosofía, antes de que el autor nos proporcione su visión panorámica  de la historia de ésta, comienza por dedicar el primer capítulo del libro a definir qué significa la palabra filosofía para él. Al respecto,  Harré aborda este asunto desde una perspectiva diferente a la de otros autores, porque en lugar de comenzar por la relación cognoscitiva entre el sujeto y el mundo, él decide comenzar desde la actividad que realiza el filósofo para finalmente presentarnos su definición de la filosofía y como se da la mencionada relación cognoscitiva en la filosofía y la ciencia.

Así pues, el filósofo neozelandes define a la filosofía como “el examen crítico de los modos de vida humanos” (Harré, 2002, p.7) tanto en sus aspectos intelectuales como en los prácticos. Asimismo, identifica dos niveles de reflexión asociados al desarrollo de la filosofía en su historia: el nivel de las intuiciones cósmicas y las apreciaciones críticas. El primero tiene una naturaleza más especulativa y se presenta en los orígenes cuando el ser humano se preguntaba por su lugar en el cosmos, por el modo de vida que debe llevar. En cuanto al segundo nivel, este aparece con el renacimiento y la modernidad, y consiste en el cuestionamiento a los “presupuestos subyacentes” que fundamentan las mencionadas intuiciones, actividad que se considera como la función principal del filósofo en la actualidad.

Ahora bien, un elemento crucial para explicar la labor del filósofo son las “presuposiciones subyacentes”, que son consideradas proposiciones que otorgan un sentido a las actividades intelectuales y prácticas. Precisamente, el papel del filósofo consiste en identificar dichas presuposiciones para luego someterlas al examen crítico, por ello el autor señala que “la atención del filósofo se centra en el sistema conceptual vigente y, en particular, en su plasmación lingüística” (Harré, 2002, p.24). Y es que desde su perspectiva no importa si hablamos de filosofía de la India, China o cualquier otra, puesto que siempre encontraremos estos presupuestos subyacentes que fundamentan y organizan las diferentes actividades humanas.

Este proceso de identificar las presuposiciones para luego criticarlas, es identificado por Harré como el método de la filosofía. No obstante, debo señalar que afirmar que existe un método en la filosofía es un tanto inexacto, puesto que si revisamos la historia de la filosofía nos vamos a encontrar que en realidad hay diferentes formas de abordar la filosofía, razón por la que considero que en realidad lo que el autor hace es presentar una serie de herramientas que utilizan los filósofos.

Así pues, en relación con la primera parte del mencionado proceso, se señala que éste consiste en una “(…) labor de extracción, análisis y discusión crítica de todo género de presuposiciones subyacentes a las prácticas humanas” (Harré, 2002, p.19) basado, por lo general, en la experiencia y la intuición. Sin embargo, se señala que el filósofo Robin Collingwood utilizaba un método más confiable que la intuición y consistía en indagar sobre los fundamentos que sostiene ciertas ideas, hasta llegar a un nivel donde encontremos las presuposiciones absolutas que las sostienen. Luego de haber identificado las presuposiciones subyacentes, se procede al examen crítico de las mismas. Proceso donde el filósofo cuenta con tres herramientas que le permitirán realizar la crítica: los experimentos mentales, a través de casos imaginados que permitan identificar incongruencias en las presuposiciones; la detección de paradojas, es decir identificar las presuposiciones que contradicen la idea que ellas fundamentan; así como también la identificación de analogías gramaticales que provoquen confusión, o en otras palabras términos que posean diferentes significados y que por el uso inadecuado de uno de éstos nos lleven a un error argumentativo.

Con relación a estas dos etapas del “método filosófico”, según Harré, éstas se relacionan con el desarrollo de las tradiciones filosóficas. En efecto, la primera etapa de identificar las presuposiciones subyacentes está asociada a aquel periodo de la filosofía donde se intenta aclarar el mensaje o la interpretación de los textos sagrados o de las prácticas religiosas; mientras que la etapa de la crítica corresponden al periodo posterior al giro epistemológico donde la ciencia se convierte en el centro de la discusión filosófica y se produce la aparición de tres escuelas que defiende diferentes perspectivas de la ciencia: el positivismo, el convencionalismo y el realismo[1].

Por otra parte, dicho método filosófico nos habrá dejado como producto el haber encontrado que las presuposiciones subyacentes pueden ser formuladas en dos clases de proposiciones, que se encuentran relacionadas entre sí dentro de la relación cognoscitiva entre el sujeto y el mundo: la relación entre la representación y lo representado, o en otras palabras la relación entre el sistema simbólico y lo simbolizado; de tal manera que las presuposiciones subyacentes se encuentren en el nivel del sistema simbólico y le dan un sentido a los simbolizado.

Es así, que se nos presentan cuatro formas de distinguir las mencionadas presuposiciones, que se han desarrollado a lo largo de la historia de la filosofía y que corresponde al trabajo de los siguientes filósofos: Leibniz, Reid, Kant y Wittgenstein. El primero propone una distinción entre las verdades de razón, que hacen referencia a las características o infinitos predicados de las especies; y las verdades de hecho, que corresponden a enunciados formulados respecto a individuos. En cuanto a Reid, se recoge su propuesta del principio del sentido común que consiste en la diferenciación de ciertos principios comunes y evidentes que fundamentan cualquier razonamiento. Respecto a Kant se consideran los juicios sintéticos a priori como el conjunto de leyes a las que se sujeta la experiencia. Por último, Wittgenstein de quien se menciona a las “gramáticas” como el conjunto de reglas que establecen el buen uso de un sistema simbólico, identificándolas de forma figurativa con el marco de un cuadro, donde el cuadro vendría a ser las proposiciones que refieren a algún aspecto de la realidad. Es decir, que el marco serían las definiciones y el cuadro sería las descripciones.

Como resultado, se identifican a las presuposiciones subyacentes con las verdades de razón de Leibniz, los principios del sentido común de Reid, los juicios sintéticos a priori de Kant y las gramáticas de Wittgenstein, asimismo se les presenta como el sistema conceptual que nos permite organizar las experiencias que obtenemos de nuestra relación con el mundo. Así nuestro conocimiento del mundo no se encuentra determinado por las sensaciones ni por las presuposiciones sino que se produce a través de una relación activa con éste.

Finalmente, dicha perspectiva de las “presuposiciones subyacentes” le permite al autor explicar cuál es el objeto de estudio de las cuatro disciplinas tradicionales de la filosofía: la metafísica, la epistemología, la ética y la lógica. Respecto a la primera, se nos indica que su objeto no son cuestiones de hecho sino los conceptos y sus relaciones, es decir, los sistemas conceptuales. En cuanto a la epistemología, sus presuposiciones giran en torno a los conceptos y criterios que nos permiten formular enunciados de hecho. En cuando a la ética, su objeto son los conceptos que nos permiten describir y discutir sobre la vida moral de las personas. Mientras que la lógica, presentó a lo largo de su historia diferentes presuposiciones. En la antigüedad su objeto eran los principios que nos permitían determinar si una inferencia era correcta o no; mientras que en la edad media estaba enfocada hacia los patrones de razonamiento dentro de los cuales se consideraban a los conceptos modales como la necesidad y la posibilidad; y durante el siglo XX su objeto pasó a ser “la estructura de los modelos de razonamiento y la estructura verdadera de toda clase de proposiciones”. (Harré, 2002, p.17).

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Referencias:

  • Harré, R. (2002). Mil años de filosofía. De Ramanuja a Wittgenstein. México DF, México: Santillana Ediciones Generales, S.A.

[1] Estas tres escuelas poseen una concepción distinta de la ciencia:

  • Positivismo: La ciencia es proyecto que se centra en la organización del conocimiento que se adquiere a través de la verificación empírica.
  • Convencionalismo: La ciencia es un proyecto que busca construir un sistema coherente que permita interpretar correctamente la realidad.
  • Realismo: La ciencia es un proyecto que busca la comprensión de la realidad, asumiendo que puede acceder al conocimiento de las regularidades de la realidad, sea que se traten de procesos observables (verificación empírica directa) o inobservables (verificación indirecta).

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